La 'City' no es para mí

Sandra Bulos

Tengo muy mal recuerdo de mi primera visita a Londres. Una amiga mía debía salir desde Reggio Calabria (la punta de la bota italiana) y yo desde Madrid el mismo día, y se suponía que nos veríamos en Heathrow. Pero resulta que, cuando llegué allí, no había nadie. Por no haber, entonces no había ni móviles.

La llamé por teléfono desde una cabina con mis primeras libras, y resultó que había habido problemas con la nieve, así que decidió que no merecía la pena ir al aeropuerto y la muy gilipollas ni siquiera lo intentó: me dejó tirada. Al otro lado del teléfono, la conversación terminó así: "Si no te importa, Sandra, ahora te tengo que dejar que me voy a meter en la cama". Eran las seis de la tarde, hora italiana, y fue nuestra última conversación. 

[Que conste: no he vuelto a organizar viajes con menores de edad mental, si exceptuamos algún ex del que no pienso hablar aquí].

Para mochileros guays perroflautas, este plantón no habría supuesto ningún problema, al revés. Pero reconozco que para mí fue un coñazo pasarme cinco días sola en una ciudad desconocida, en plena Navidad, entrando en las tiendas para calentarme un poquito y saliendo con los bolsillos llenos de los teléfonos de paquistaníes, egipcios y demás que, por alguna extraña razón, coincidieron en que yo tenía que ser brasileña. Un aire a Gisele Bundchen me doy, la verdad. 

Tower Bridge, justito al lado de la City.

Total, que adelanté el vuelo de regreso.

Tuvieron que pasar unos años y unos cuantos viajes de trabajo en los que aproveché para empaparme de musicales para empezar a reconciliarme con Londres. Me lo curraba con las rutas que elegía, con el metro, iba a por tickets de última hora de musicales y me salía fenomenal... Pero el momento de la verdad llegó cuando Mr. Bulos me acompañó y me enseñó la ciudad del Big Ben. No sabe leer mapas (él cree que sí), pero sí sabe elegir adónde ir (yo le llevo).

Acabo de regresar de nuevo de allí y esta vez me he pegado el gustazo de hacer esas cosas que nunca nadie reconoce: no me he levantado pronto ni un solo día para ver nada, me he puesto hasta arriba de desayuno inglés en el hotel, tenía localizados los sitios más in y me fui a los más out (¡como el Pizza Express!, que es una especie de Vips, con un par). Encima he usado cupones de descuento de un mapa para turistas, me he pateado la ciudad a pie y.. ¡en taxi! (Ya estoy mayor).

Punto de venta oficial de Leicester Square.

Y ahora llega la cagada del tipo: "Hola soy Paco Martínez Soria y la City no es para mí". Penúltimo día en la ciudad. Plan de ahorro casi salvado. Y al final, nos animamos a ir a un musical. En vez de hacer lo de siempre (ir a Leicester Square al punto de venta de última hora), decidí comprar las entradas en uno de los miles de sitios que las anuncian a un precio hasta un 50% más barato. ¿Resultado? Me timaron como a una china  (¡a mí, a Sandra Bulos!), pagué el doble y encima estaba en el musical en la penúltima fila de arriba.

Dicho esto, os recomiendo que vayáis a ver este espectáculo o bien en Londres (por algo lleva más de seis años en cartel) o bien en Nueva York, ciudad que no tengo el gusto de conocer. Es The Wicked:

Musical 'The Wicked'.

Creo que voy a pasar por alto el haber sido timada. El musical es una maravilla. No conocía ninguna canción, ni el argumento (narra la historia de las dos brujas de Oz), los actores son unos artistazos, especialmente la brujilla verde: pedazo de voz. En fin, tenéis que verlo, todos los que vayáis a Londres, no os lo perdáis y, por favor, comprad las entradas en Leicester Square.

¡Me encantaría vivir en Londres!